Según la firma de ciberseguridad Cybersecurity Ventures, el mundo necesitará proteger 300 mil millones de contraseñas para el año 2020. Esto quiere decir que cada persona necesitaría recordar en promedio más de 10 contraseñas y que cada equipo conectado al internet de las cosas – IoT – cuente con al menos una clave de seguridad. Como resulta natural, memorizar esta serie de combinaciones alfanuméricas es una tarea compleja y distante del mundo tecnológico de hoy en día, lleno de exceptivas que demandan rapidez y conveniencia.
¿puede la biometría simplificar el uso de contraseñas?
La biometría verifica la identidad de un individuo en función de sus características fisiológicas y de comportamiento únicas. Los ejemplos más claros de autenticación biométrica son el uso de lectores para huellas dactilares, reconocimiento facial o identificadores de voz. Pero también existen rasgos personales dinámicos como la manera de caminar y el tecleo. Gracias a sus cualidades, reemplazar las contraseñas por sistemas de autenticación biométricos puede ofrecer ventajas de mayor seguridad, conveniencia y eficiencia en los tiempos de autenticación.
Eso es posible debido a que los rasgos biométricos de cada persona poseen las siguientes características:
- Son únicas a cada individuo
- No pueden perderse ni olvidarse, y son difíciles de falsificar o robar
- Su uso no requiere conocimientos prácticos (leer y escribir)
- Pueden ayudar a crear un rastro auditable de las transacciones
- Incrementan el anonimato cuando son usados para remplazar datos personales (por ejemplo, nombre, dirección y demás)
De esta manera, gracias a la biometría el mundo está entrando a una nueva era de seguridad digital – si las personas no usan contraseñas, entonces ellos son la contraseña.
Por: Carlos Romero